martes, 4 de diciembre de 2007

CONDE LAUTRÉAMONT: LOS CANTOS DE MALDOROR


Fantástica la velada de poesía erótica de Galaroza. Aprovechamos estas líneas para felicitar a la organización y para añadir unos comentarios a ese extraño personaje que fue el conde de Lautréamont (Isidore Ducasse). Transcribimos aquí la definición de LAUTRÉAMONT que aparece en el LÉXICO SUCINTO DEL EROTISMO (Ed. Anagrama) de varios autores (André Breton, Octavio Paz...), porque nos encanta el Conde y sus Cantos.

LAUTRÉAMONT (Isidore Ducasse, conde de).- El genio sin rostro (1846-1870). "Todo cuanto, durante siglos, se piense y se emprenda como lo más audaz ya se ha formulado aquí de antemano en su ley mágica" (A. Breton). Les Chants de Maldoror pueden parecer basados en un principio de erotismo universal y devorador, principio descubierto por Sade y que el psicoanálisis no hará más que explicitar. La rebelión de Maldoror multiplica las agresiones sangrientas y las metamorfosis, especialmente con el fin de convencer a los "humanos de verga roja" de su hipocresía y de su cobardía. La soberanía poética del mundo, considerado tanto la "gran vagina de sombra" como un "inmenso ano celeste", es el objetivo plenamente alcanzado de su lucha contra el dios del Cristianismo. Con Maldoror, el verbo se hace sexo: su autonomía total ya no admite discusión. En "Poésies", esta soberanía no abdica en absoluto: pero se calma de repente y se aureola de un extraño candor: "¡La mujer está a mis pies!"... Quiero que mi poesía pueda ser leída por una muchacha de catorce años." (Gerard Legrand)

¿Y quién no conoce la técnica surrealista del CADÁVER EXQUISITO?, la cual de manera análoga al automatismo, intentaba reducir al mínimo la intervención posible de la voluntad consciente del autor. El cadáver exquisito (1925) consistía en la creación colectiva, se escribía o dibujaba en un papel, se doblaba de manera que quedase oculto lo escrito o dibujado para que el siguiente autor continuara la obra. Al desplegar la hoja se obtenía un montaje de imágenes inconexas que formaban una nueva imagen. La idea procedia de Isidore Ducasse, quien en sus "Cantos de Maldoror" había definido la belleza como EL ENCUENTRO FORTUITO EN UNA MESA DE DISECCIÓN DE UNA MÁQUINA DE COSER Y UN PARAGUAS.

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