martes, 17 de noviembre de 2009

VÍCTOR PULIDO, 1999-2009 en el Museo de Huelva



Del 17 de diciembre de 2009 al 21 de febrero de 2010 en el Museo de Huelva Antología de VÍCTOR PULIDO



(Texto: Sema D'Acosta)

Compuesta por trece cuadros de grandes dimensiones realizados en la última década, esta antología de Víctor Pulido reúne una serie de pinturas sobre madera que compendian muchas de las inquietudes estéticas del artista. Las obras, sencillas y directas, son planos cortos de localizaciones domésticas, escenarios intrascendentes recreados en lo cotidiano, que van acompañados -en un juego especular de escalas y reflejos- de otro conjunto repetido con identica imagen pero en pequeño formato. 

En este trabajo toma un papel esencial el proceso, la manera en cómo la materia alcanza fundamento para convertirse en un recurso categórico. La técnica hace de nexo de unión entre las primeras piezas, de 1999, y las últimas, terminadas en 2009. El tratamiento y la concepción van parejos. La clave está en saber crear texturas y delimitar los relieves. El punto de partida es el dibujo, la tensión del gesto. Luego se aplica resina, policromías o ensamblajes de madera. El interés no estriba ya en el resultado, sino en el desarrollo de lo que se hace. Como en la novela de Hemingway 'El viejo y el mar', la lucha está condicionada no por un objetivo concreto, sino por la satisfacción personal de conquistar un terreno nuevo con las aptitudes de las que se dispone, las manos desnudas y las destrezas adquiridas con los años. Se trata de domeñar con las armas del oficio una experiencia intransferible que pasa a ser vital, concluyente y necesaria. La temática se convierte así en una excusa para desarrollar un motivo, en una coartada para ahondar en el procedimiento y disfrutar de las preocupaciones formales que implica el hecho pictórico. En ninguno de los cuadros aparecen personajes, predomina el silencio, la reflexión, la búsqueda. El protagonismo lo copan objetos de uso cotidiano o lugares de la memoria, espacios pertenecientes al imaginario colectivo que han sido desgastados por el uso del tiempo, por la fricción de la vida contra las circunstancias. Ningún elemento o escena tiene carácter lúdico, todos están marcados por emblemas personales que asociamos a experiencias propias. En ese espacio indeterminado donde la imaginación se confunde con la realidad, hallamos el Mercado del Carmen, honda alegoría del latido de la ciudad. Huelva descubre aquí su esencia como en ningún otro sitio. No hay discusiones al respecto. Su plaza de abastos es un punto de encuentro -de vida pura- al que acuden los onubenses a diario desde hace casi siglo y medio. El edificio es silente, pasa desapercibido, pera su atmósfera es fascinante, como irreal. Sobre su evocación, la impronta del paso de los años actúa como una pátina de emociones, sabores y olores.

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